sábado

EN LA LLUVIA


Estábamos los dos en el mismo lugar y a la misma hora, pero éramos tan distintos...yo estaba allí recién salido de la lluvia y ella era sólo una transparencia de otra película que el viento había arrastrado desde el cine hasta mi rincón.

Por la noche, el Cheka me dijo: "Desengáñate, amigo, hay mujeres que nunca son para tipos como nosotros: son el premio de un sorteo al que siempre llegaremos tarde. Sus pisadas acaban sin remedio donde se reúnen los pies de otros hombres, igual que en unas calles el viento junta las colillas de los proscritos y en otra calle bien distinta la brisa reagrupa los sombreros de las damas.

Olvida a esa chica, muchacho. Ellas vuelan como alondras para los rifles de los cazadores y nosotros nos hemos metido en la lluvia sin gabardina y sin paraguas".

domingo

TENIAS DIECISIETE AÑOS


Tenías diecisiete años, sólo eso, y entonces te parecía que nada malo podría ocurrirte, y que con el espectáculo de la vida debutando sin ensayos para mí, los trenes se deslizarían sin fatiga sobre las paralelas de las vías como las yemas de los dedos en la guitarra de mis canciones.

Pensabas que el hambre volvería pan el llanto de los mendigos y sólo la muerte tendría los días contados. Todo era entonces tan hermoso, chiquilla, y tan nuevo, que aún la mitad del humo desconocía cuál era exactamente su llama, y ni siquiera a los locos les habían caído penas en el olvido.

Todo era entonces tan suave, tan fértil, niña, tan acogedor y entrañable, que podría recorrer el fondo del mar pisando a oscuras con una campanilla de cera en una mano y una vela ardiendo con sus llamas de miel en la otra.

Tenías diecisiete años y todo aquello sucedió en un momento de mi vida en que lo malo que pudiese ocurrirme no sería en absoluto peor que encontrarme en la boca el sinsabor de ese punto ácido que te apaga la sed y, a la vez, te cierra los ojos.

viernes

PROBLEMA DE COSTUMBRES


Mi problema no era de instintos o de deseos, sino de educación, de costumbres y de leyes. Era difícil relacionarse con las chicas porque la religión había inoculado en ellas una actitud defensiva frente a los hombres y era difícil acercarse tanto que el simple amago de un beso no me costase una sonora bofetada. En cambio eran permisivas con el acecho y no consideraban criminal que jaleases su porte o su belleza. Ahora todo es distinto Tienen la sensación de que el hombre representa para ellas una tentación a la que tienen derecho pero de la que conviene huir: han conseguido al mismo tiempo la rebelación y el recelo, de modo que temen que les ocurra aquello que tantas veces desearon que las sucediese.
Los políticos nos han desacreditado tanto a los hombres que, incluso para reproducirse, muchas mujeres prefieren tener sexo monoparental con ese semen de nevera en el que la mitad de los espermatozoides tienen “pluma” al mover el flagelo.

HUIDA SIN NOSTALGIA


No me pidas imposibles, aquí se acaba lo nuestro. Subiré solo al tren y tú me sustituirás por una cerveza. Para ti será un alivio y para mí, una huída sin nostalgias ni remordimientos, porque me gusta viajar ligero de equipaje. En tu aliento fui apenas un mal sabor de boca.

ELEGIR


Todas las mujeres están cortadas por el mismo patrón, y resolver la duda al elegir entre dos de ellas sería tan absurdo como escoger la ropa que has de ponerte durante un naufragio antes de saltar al mar. Como por lo general dan el mismo resultado, de lo que se trata es de acertar al elegir a la mujer equivocada, dando por supusto que a su lado serás el hombre más feliz del mundo si aceptas que su presencia y su pasión son momentáneas.

AL FINAL DE SU ALIENTO


Mi cabeza era la única ocupación de la suya. Yo para ella era lo único interesante que ocurría al final de su aliento. Fui un cobarde aquella noche. Ahora solo me queda el relativo consuelo de recordarla e imaginar que llegado el momento de la ruptura, dejaría en la puerta de su casa una nota de despedida que sería amarga, incluso cruel, si no fuese porque con las lágrimas se habría vuelto ilegible.

POLVO DE LAGRIMAS


Pararse a pensar en las consecuencias de una decision equivocada constituye a menudo un error imperdonable. Era joven y estaba convencido de poder sobrevivir al lado de una mujer en cuya compañía no me importara arruinarme porque cuando tienes treinta años te crees capaz de hacer pan amasando el polvo con sus lágrimas. Me ocurría con las mujeres lo mismo que con los aviones, que los perdía por ir al aeropuerto con el horario de los trenes