jueves

LA SONRISA DE LA GIOCONDA

Fueron malos tiempos, aquellos en que comía en un restaurante de mala fama en el que Al Capone tendría que entrar con sus padres. El servicio era deplorable y la cantante habría mejorado amordazada. Pero era un sitio barato, el más barato que conocí en toda mi vida. Una madrugada, otro comensal me explicó el secreto. Me dijo: "aquí asan la carne en una escupidera. La rata más pequeña se merece un chófer. El menú es escaso: te quedas hambriento como si te hubiesen puesto de cena la sonrisa de la Gioconda. Pero es barato, tiene que ser barato un sitio en el que tu cena la calienta el jefe sentándose en ella".