martes

CHARLY

No hay mucho que decir de Charly. No era un tipo inteligente, ni siquiera uno de esos tipos en quienes una ocurrencia parece a veces el raro destello de un talento oculto. Charly… bueno… Charly era ancho, eso es todo. Y pegaba duro. Las manos de Charly eran familia numerosa. En una ocasión le dio semejantes bofetadas a un matón que al día siguiente fue al oculista porque tenía conjuntivitis ¡en las manos! Charly era tan corpulento que podría salir corriendo en tres direcciones distintas. Alguien juró haberle visto apagar las luces de casa soplando en las bombillas. Seguramente se trata de una exageración. Le gustaba aparentar por encima de sus posibilidades. La noche que se presentó a pedir trabajo, dijo: "Soy lo que hay a la vista. Con un par de aspirinas podría sobrevivir a un disparo en la nuca. De taxista en el Bronx aprendí que en la tapicería amarilla la sangre se vuelve azul. Soy sórdido y elegante, como una catedral con escalera de incendios…"
Al final se casó con una mujer que cuece los libros antes de leerlos.