“Hazme caso, nena: si quieres, aún estás a tiempo de que tu cuerpo acabe de madrugada con la sensación de haber estado al lado de un tipo de esos cuyos brazos al bailar suenan encantadores, extraños y arriesgados como bazas de póker, un hombre sin sitio fijo que seca la ropa en el capó del coche, cuyos labios son una alambrada y del que te parece ver en su sonrisa el aliciente de un charco de resina en la que te apetecería desalar los sueños.”