viernes
KIM NOVAK
A estas alturas de la vida, uno ya sólo hace planes para el pasado. Aguanto madrugadas enteras sin ir a la cama, y en el mórbido éxtasis del agotamiento juraría que incluso veo doble la oscuridad. ¿Y qué importa? A fin de cuentas, uno empieza a convencerse de que lo mejor que puede hacer en la vida es comprarse unas gafas de cerca con las que buscar las gafas de lejos y mirar al otro lado del río el ir y venir de la noche encendida. La vida sólo puede ir a peor, y así las cosas, es un consuelo recordar que la cumbre de tu fotogenia la alcanzaste a los doce años y que aquella luz en tu rostro no era el talento, la premonición o la santidad, sino el reflejo del amor que sentíamos por Kim Novak.