jueves

APUESTA PERDIDA

Aquella tarde, sentados en un banco del parque del Oeste, nos miramos a los ojos sin decir nada, y entonces supimos que era la primera vez que vivíamos juntos algo que tendríamos que recordar por separado. Rompiste conmigo por el simple motivo de habernos enamorado, quizá porque la intimidad que se nos echaba encima acabaría por fracasar sin remedio. Yo era algo nuevo en tu destino, un cambio de suerte, y a veces pienso que fue absurdo romper la apuesta antes de terminar la carrera. Eramos mundos distintos, y quizá lo que nos atrajo fue la posibilidad real de equivocarnos. Es posible que fueras demasiado buena para mí, y no merecieses que te crucificara en el madero de mis brazos.
Aunque nos asuste pensarlo, lo que nos atrae del trapecista es la posibilidad de que se estrelle contra el suelo. Fuimos una apuesta perdida que fracasaría en el momento de la rutina, cuando lo nuestro hubiese dejado de ser una imprudencia maravillosa, un salto en el aire, una voltereta sobre el cielo plomizo de un día de Enero.