"Y entonces llegaban los últimos instantes: un cadáver de humo apaisado en el piano y el inmenso Becaud, incapaz de contener el cuajarón del éxtasis, el inconmensurable dolor, aquel inolvidable gesto de autor en el que era como si al fibroma de sus facciones hubiese empezado a fallarle la morfina. Y en las calles llovía a la vez sobre el agua recién lavada”