“Becaud siempre resultaba íntimo, pero en las sesiones más confidenciales se quedaba en mangas de camisa y cantaba ensimismado, con la voz en una cosa y los ojos en otra, con aquel gesto contraído, casi enfermo, en el que distraídamente ese excusaba el recuerdo de otra mujer. Estaba como ausente y sus gestos lo confesaban todo: el amor, la tristeza, el escepticismo…”