martes

SONRISA DE GANZÚA

Me dio la sensación de que la vida le estaba pasando factura y de que mientras bailaba, se sentía unos cuantos kilos por encima del peso de su estatua. Le sonaba el corazón como un caballo en el fango. Y, sin embargo, conservaba la fluidez de sus modales, aquella fantástica y falsa indolencia de cuando la conocí cenando con un tipo que abría las ostras con el ala del sombrero. ¿Y su sonrisa? He visto muchas sonrisas en mi vida pero ninguna como la suya: a su rostro tergiversado por los sueños y los vicios le sentaba como una ganzúa la sonrisa. La última noche que la vi, me pareció que en sus ojos empeoraba el tiempo…
Al atardecer Dios era loza en las campanadas de la iglesia.